En psicología, la procrastinación se define como el comportamiento que hace que uno retrase voluntariamente una acción a pesar de las previsibles consecuencias negativas futuras, optando así por el placer a corto plazo a costa de los beneficios a largo plazo.
En términos más sencillos, la procrastinación se refiere al acto de sustituir actividades prioritarias e importantes por actividades placenteras o tareas menos relevantes o urgentes.
Procrastinación y bloqueo psicológico
En quienes procrastinan con asiduidad, la ansiedad y la «miopía temporal», es decir, la incapacidad de pensar adecuadamente en el futuro, pueden notarse a nivel emocional. A medida que el hábito de la procrastinación se consolida, suele acabar afectando a áreas cada vez más amplias de la vida. Uno se encuentra constantemente posponiendo el inicio, la continuación o la finalización de muchas actividades.
Esto puede acarrear problemas en el trabajo y/o en nuestra vida social y puede afectar a la confianza en nuestras propias capacidades. Así, la procrastinación de tareas y actividades importantes interfiere en la productividad personal, impidiendo que uno se enfrente a los retos y, por tanto, que logre sus objetivos y haga realidad sus aspiraciones y deseos. Si el problema de la procrastinación es extenso y afecta a la capacidad de tomar decisiones importantes relacionadas con el estudio, el trabajo o la creación de vínculos afectivos estables, puede ser útil investigar a través de la psicoterapia las razones de este bloqueo psicológico y resolver las dificultades que bloquean al procrastinador en cuestión.
Miedo a decidir – miedo a elegir
El miedo y la procrastinación suelen ir de la mano. Tanto si se trata de buscar un nuevo trabajo, como de conocer gente nueva o de iniciar actividades importantes, cuando se tiene miedo siempre se encuentran decenas de excusas plausibles para posponer lo que se quiere o debe hacer. La procrastinación impulsada por el miedo lleva a las personas a inmovilizarse, bloquearse y ser incapaces de reaccionar.
Aunque el miedo puede afectarnos a veces, los seres humanos están dotados por naturaleza de la capacidad de tomar decisiones. Cuando las personas afirman no poder elegir, lo hacen movidas por emociones, necesidades reales o ficticias para posponer la decisión.
Entre las principales causas de la procrastinación se encuentran ciertas características cognitivas y emocionales:
- Perfeccionismo: la persona no se siente capaz de abordar una tarea o un problema si no puede hacerlo perfectamente. Nunca se sienten suficientemente preparados o confiados en sus capacidades, conocimientos o habilidades.
- Miedo al fracaso: Muchas personas posponen indefinidamente las cosas que les gustaría hacer por miedo al fracaso. Este miedo puede ser a veces tan fuerte que bloquea cualquier tipo de iniciativa, basando este comportamiento en la convicción de que uno va a fracasar definitivamente y, por lo tanto, ni siquiera lo intenta.
- Miedo al éxito: Las personas que tienen miedo al éxito pueden sentir que no lo merecen y, en consecuencia, experimentan una especie de sentimiento de culpa o pueden tener miedo de que los demás esperen siempre actuaciones exitosas de ellos y, pues, experimentan estas expectativas con gran ansiedad y estrés.
- Miedo a las consecuencias
- Miedo a la responsabilidad
- Ira: suele ser una respuesta a la presión y las expectativas de los demás que se consideran intolerables. Si no se reconoce, puede convertirse en un problema grave, que podría invadir diferentes ámbitos de la vida.
Sean cuales sean las causas de la procrastinación, posponer una decisión es en sí misma una decisión que, como tal, conlleva consecuencias, cambios y responsabilidades. Queramos o no, la procrastinación consiste en tomar una decisión.
Sin embargo, es importante saber que la procrastinación rara vez es una buena solución a los problemas, sino más bien un refugio ilusorio para quienes tienen miedo o no comprenden la importancia de enfrentarse a las decisiones de la vida.
¿Cómo es un procrastinador?
Aunque a veces nos parezcan lejanos ciertos rasgos patológicos o de personalidad, la realidad es que cualquiera puede procrastinar, perder de vista sus objetivos futuros y convertirse en un procrastinador.
Ciertamente, hay quienes retrasan ocasionalmente la realización de algo y quienes posponen constantemente cualquier compromiso o plazo. Está claro que en el primer caso se trata de una cuestión de pereza, en el segundo, por el contrario, estamos ante una procrastinación.
Una persona que procrastina pone en marcha una forma de evasión que le permite no entrar en contacto con sus inseguridades, miedos y limitaciones. Al hacerlo, no se enfrentan a una serie de preocupaciones y no tienen que lidiar con las emociones resultantes.
También hay procrastinadores crónicos, que priorizan el placer momentáneo, sacrificando así su futuro, constantemente y en casi todos los ámbitos de su vida.
Procrastinación y perfeccionismo
Como se ha visto en los párrafos anteriores, la procrastinación tiene ciertas características cognitivas en su raíz, entre las que se encuentra el perfeccionismo, la persona no se siente capaz de abordar una tarea o un problema si no puede hacerlo perfectamente. Nunca se sienten suficientemente preparados o confiados en sus capacidades, conocimientos o habilidades.
El camino que lleva al perfeccionista a la procrastinación es cuesta abajo. El punto de partida es la tendencia a la exigencia. Sin embargo, si estas van acompañadas de insuficientes garantías de éxito, ya que lograr menos que la perfección no es una opción, el perfeccionista experimenta una fuerte sensación de malestar ante la que reacciona tratando de ocultar sus imperfecciones a sí mismo.
En un instante se encuentra abordando actividades que se consideran menos peligrosas porque no están implicadas en la determinación de su propio valor y la temida tarea se pospone.
Tendencia a procrastinar
Recientemente, un nuevo estudio publicado en el Journal of Experimental Psychology se propuso entender por qué algunos de nosotros sucumbimos más fácilmente a la procrastinación que otros: ¿existe un componente genético? ¿Cómo se relaciona la procrastinación con otras funciones mentales? En el estudio participaron unas 380 parejas de gemelos, la mitad de los cuales eran homocigotos (tenían exactamente los mismos genes) y la otra mitad heterocigotos (tenían una media del 50% de los mismos genes).
Los sujetos completaron cuestionarios que evaluaban su tendencia a procrastinar. También completaron una serie de medidas de la función ejecutiva. Los investigadores concluyeron a partir de los datos que la tendencia a procrastinar es parcialmente heredable: el 28% de la variabilidad de este rasgo se explica por influencia genética.
Otro resultado interesante es que la tendencia a procrastinar se correlaciona con medidas de la capacidad de la función ejecutiva: los procrastinadores obtienen peores resultados en las pruebas de la función ejecutiva, una habilidad cognitiva que es crucial para la gestión eficaz de las distracciones y las respuestas inhibitorias, incluso para la consecución de objetivos a corto y medio plazo.